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La Web3: repensando la descentralización para un internet más justo

El dilema de la centralización digital

En la era digital actual, una fracción significativa de nuestra interacción en línea se desarrolla bajo el manto de gigantes tecnológicos como Google y Amazon. Estas plataformas, actuando como intermediarios dominantes, han cultivado un modelo donde los usuarios, a cambio de conveniencia, ceden vastas cantidades de datos y contribuyen a la generación de valor inmenso para algoritmos y sistemas que no poseen. Este escenario refleja una dependencia profunda de entidades centralizadas, las cuales no solo influyen en nuestras experiencias de consumo —como el 80% de las recomendaciones de Netflix— sino que también dictan las reglas del juego en mercados digitales, donde, por ejemplo, Amazon prioriza sus productos y puede cobrar tarifas elevadas a vendedores externos.

La promesa original de la Web3 emergió como una visión transformadora: un internet libre del control de estos “propietarios digitales”. Una vuelta a los principios de un ecosistema más equitativo y autónomo para los usuarios.

Reafirmando los principios fundacionales de la Web3

La concepción de Web3, articulada por Gavin Wood, cofundador de Ethereum, en 2014, delineaba una “web post-Snowden”. Su propósito era funcionar como un antídoto al control centralizado, fundamentándose en la confianza de punto a punto (peer-to-peer). Sin embargo, la trayectoria de esta visión arquitectónica ha sufrido distorsiones significativas. El enfoque se desplazó de manera considerable, de los principios tecnológicos hacia las ganancias financieras, impulsado por fenómenos como la ola de Ofertas Iniciales de Monedas (ICO).

Millones de dólares se canalizaron hacia ICOs de naturaleza especulativa, con un porcentaje alarmante (hasta el 90%) experimentando fracasos o disoluciones en el lapso de un año. Este ambiente culminó en el mercado alcista de 2021, donde la capitalización del mercado cripto alcanzó brevemente los 3 billones de dólares, y el término “Web3” se desdibujó, transformándose en una mera etiqueta de marketing para la atracción de inversores. La misión de construir una infraestructura de internet p2p y sin confianza se vio, por un tiempo, sepultada bajo capas de especulación.

Superando la figura del intermediario

El poder intrínseco de las plataformas centralizadas reside en su función de intermediarios de confianza. Los usuarios depositan su fe en Amazon para gestionar transacciones y dirimir disputas, o en Google para verificar, clasificar y presentar información de manera fiable. Este modelo de “confianza como servicio” establece una dependencia: el intermediario rige las normas, posee los datos y monopoliza una parte sustancial del valor intercambiado. La propuesta inicial de la Web3 buscaba resolver esta problemática mediante las transacciones en cadena, registrando cada interacción de forma pública y permanente. No obstante, esta aproximación, si bien válida en esencia, se asemeja a pretender que un ecosistema comercial global opere a través de una única vía congestionada. El comercio en el mundo real exige una infraestructura capaz de igualar su velocidad y complejidad, lo que implica que no toda interacción debe ser una transacción registrada en una cadena de bloques.

Canales de estado: una infraestructura superior para el comercio digital

Los canales de estado representan una solución innovadora, conceptualizados como una “vía rápida” y privada entre dos partes, diseñada para eludir la congestión inherente a la cadena de bloques principal. A través de ellos, miles de interacciones —transferencias de valor, asignación de permisos de datos, y actualizaciones contractuales— pueden ejecutarse de manera instantánea y sin costo, cada una asegurada por una firma criptográfica. La principal barrera para las transacciones digitales de punto a punto ha sido tradicionalmente el riesgo de que una de las partes no cumpla con su compromiso.

El diseño de los canales de estado (ERC-7824) erradica este riesgo sin comprometer la eficiencia. Antes de iniciar una transacción, las partes involucradas depositan fondos en un contrato inteligente en la cadena, funcionando como una fianza. Si una parte se retira del acuerdo, sus fondos comprometidos en la cadena aseguran la compensación de la otra parte. Este sistema, al liquidar ganancias y pérdidas casi en tiempo real, anula la necesidad de un intermediario centralizado y confiable. Esto abre la puerta a un nuevo paradigma:

  • Para el comercio: En lugar de incurrir en costos significativos por usar plataformas como Amazon, compradores y vendedores pueden establecer un canal directo regido por un contrato inteligente imparcial.
  • Para los datos: La cesión incondicional de datos a grandes corporaciones se reemplaza por la posibilidad de abrir un canal con una aplicación específica, otorgando acceso temporal y remunerado a la información personal, con la facultad de revocar dicho permiso en cualquier momento.

Esta sinergia entre la seguridad inherente de la cadena de bloques y la eficiencia fuera de la cadena posibilita la emergencia de la empresa autónoma. Se trata de un sistema donde la lógica de negocio se codifica en contratos inteligentes, permitiendo una ejecución transparente y operativa global, sin las restricciones de una estructura corporativa tradicional.

Si Bitcoin eliminó la necesidad de confiar en el control gubernamental sobre la emisión monetaria y Ethereum la de confiar en terceros para hacer cumplir los contratos, el siguiente paso lógico es la supresión de la necesidad de confiar ciegamente en las plataformas centralizadas. Este es el camino hacia una Web3 verdaderamente descentralizada y empoderadora.